Santa Rosa De Lima

Santa Rosa De Lima
Patrona Del Priorato Magistral Del Perú - Celebración 30 de Agosto

NON NOBIS DOMINE, NON NOBIS, SED NOMINE TUO DA GLORIAM




Orden De Los Pobres Caballeros De Cristo

Orden De Los Pobres Caballeros De Cristo
Supremus Militaris Ordo Templi Hierosolimitany - Maestrazgo Internacional Templario

martes, 9 de junio de 2009

Leopoldo Panero





Leopoldo Panero




Leopoldo Panero (Astorga 1909, Astorga 1962) fue un poeta de gran sensibilidad, cuya obra en el decir de Dámaso Alonso no dejará de conmover a quien la lea, mientras exista nuestra lengua. Marcado por una vida difícil, conflictiva. Muere tempranamente un hermano con quien se sentía muy ligado, su matrimonio estuvo cargado de problemas tanto como la familia. Las relaciones con las personas de su ámbito más íntimo fueron difíciles y se expusieron públicamente “las más feas heridas de sus vidas”. En ese entorno -hijo de un padre con 15 hermanos y una madre hija única- Leopoldo, que reitera en muchos de sus poemas la imagen del árbol, del tronco, como representante de su vivencia de sí mismo, logra una poética que cala profundo, frente a la cual no es posible la quietud sino la emoción que mueve y sacude nuestra interioridad. Gran poeta de la llamada generación del 36, que vivió la guerra y la post guerra en carne propia sin contaminarse de barbarie ni de crueldad, sin preferir “lo maldito” como su hijo, el también poeta Leopoldo María Panero. Se dirigió a Dios, preguntó sobre Él, sobre él, de los dos. Tal vez no fu capaz de ver que a veces nos pasamos horas reclamando la presencia del Señor, buscando, pidiendo sin sentir que nos responde, buscado su compañía y sintiéndonos solos, invadidos por la angustia de un supuesto silencio que no llegamos a comprender:

Señor, Señor, ¿por qué consientes
que te nieguen ateos?
¿Por qué, Señor, no te nos muestras,
Sin velos, sin engaños?

Se pregunta en Salmo I, Miguel de Unamuno. Leopoldo Panero, tal vez, estuvo a punto de encontrar la respuesta, o la encontró, sin poder decírnosla ya, cuando de modo inesperado ese 27 de agosto del 1962, con absoluta seguridad, todas su preguntas, todos sus anhelos fuero contestados, creemos, en la compañía del Señor.


ESCRITO A CADA MOMENTO

Para inventar a Dios, nuestra palabra
busca, dentro del pecho,
su propia semejanza y no lo encuentra,
como las olas de la mar tranquila,
una tras otra, iguales,
quieren la exactitud de lo infinito
medir, al par que cantan...
Y su nombre sin letras,
escrito a cada instante por la espuma,
se borra a cada instante
mecido por la música del agua;
y un eco queda solo en las orillas.
¿Qué número infinito nos cuenta el corazón?
Cada latido,
otra vez es más dulce, y otra y otra;
otra vez ciegamente desde dentro
va a pronunciar Su nombre.

Y otra vez se ensombrece el pensamiento,
y la voz no le encuentra.
Dentro del pecho está.

Tus hijos somos,
aunque jamás sepamos
decirte la palabra exacta y tuya,
que repite en el alma el dulce y fijo
girar de las estrellas.


TU QUE ANDAS SOBRE LA NIEVE

Ahora que la noche es tan pura y que no hay nadie
más que Tú,
dime quién eres.

Dime quién eres y qué agua tan limpia tiembla en toda
mi alma;
dime quién soy también;
dime quién ere y porque me visitas
por qué bajas hasta mí, que estoy tan necesitado,
y por qué Te separas sin decirme tu nombre.

Ahora que la noche es tan pura y que no hay nadie
más que Tú.

Ahora que siento mi corazón como un árbol derribado
en el bosque,
y aun el hacha clavada en él siento,
aun el hacha y el golpe en mi alma,
y la savia cortada en mi alma,
Tú que andas sobre la nieve.
Ahora que alzo mi corazón, y lo alzo
vuelto hacia Ti mi amor,
y lo alzo
como arrancando todas mis raíces,
donde aun el peso de tu cruz se siente.

Ahora que el estupor me levanta desde las plantas de
los pies,
y alzo hacia Ti mis ojos,
Señor,
dime quién eres,
ilumina quién eres,
dime quién soy también,
y por qué la tristeza de ser hombre, Tú que andas
sobre la nieve.

Tú que al tocar las estrellas las haces palidecer de hermosura;
Tú que mueves el mundo tan suavemente que parece
que se me va a derramar el corazón;
Tú que habitas en una pequeña choza del bosque

donde crece tu cruz;
Tú que vives en esa soledad que se escucha en el alma
como un vuelo diáfano;
ahora que la noche es tan pura,
y que no hay nadie más que Tú,
dime quién eres.

Ahora que siento mi memoria como un espejo roto y
mi boca llena de alas.
Ahora que se me pone en pie,
sin oírlo,
el corazón.

Ahora que sin oírlo me levanta y tiembla mi ser en
libertad,
y que la angustia me oscurece los párpados,
y que brotan mi vida, y que te llamo como nunca,
sosténme en la tiniebla de tu nombre,
sosténme en mi tristeza y en mi alma, Tú que andas
sobre la nieve…



Espero os haya gustado.

Fr.+ R. de Vitry

















No hay comentarios: